jueves, 23 de octubre de 2008

¡Démosle a Dios lo que es de Dios!

¿Puedo acaso devolverle a Dios lo que es de Dios, es decir, puedo ser de Dios yo mismo si no brilla su imagen en mí? ¿Puedo hacer brillar la imagen de Dios en mí si no me asemejo cada vez más a Cristo, quien es "imagen de Dios invisible" (Col 1,15)? ¿Puedo asemejarme a Cristo si no crezco en mi conocimiento y amor a Él, si no medito sus enseñanzas, si no asumo su estilo de vida, si no me nutro de Él en la Eucaristía? Asemejarnos a Cristo implica un cambio profundo, radical, una transformación paulatina del ser que sólo es posible gracias a Él, a su Espíritu derramado en nosotros, gracias a su acción transformante en el corazón de quien libremente lo acoge y coopera con Él desde su pequeñez y limitaciones. Sin Él, eso no es posible. Pero quien permanece en Él, experimenta esa transformación, de tal modo que los demás pueden ver en él la imagen de Dios mismo.Permanece en Cristo quien comulga a Cristo, quien está en comunión con Él: «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.» (Jn6,56) Por otro lado, quien comulga a Cristo, debe en su vida cotidiana procurar asemejarse cada vez más a Cristo, en sus palabras, en sus pensamientos, en sus sentimientos, en sus acciones.

(Tomado de Temas de Iglesia)