Ser hombres y mujeres espirituales no consiste «en llegar a ser casi “inmateriales”, desencarnados sin asumir un compromiso responsable en la historia. En efecto, la presencia del Espíritu Santo en nosotros, lejos de llevarnos a una “evasión” alienante, penetra y moviliza todo nuestro ser: inteligencia, voluntad, afectividad, corporeidad, para que nuestro “hombre nuevo” impregne el espacio y el tiempo de la novedad evangélica.
S.S.
domingo, 11 de mayo de 2008
El Espíritu estará siempre con ustedes
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